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A los calendarios y relojes, los dejamos atrás.
La autopista abierta, los kilómetros invitando el recorrido
con las manos merodeando en el aire y la cálida brisa
retozando entre cabellos. Reemplazamos la ciudad y sus grietas
por aire, espacio, sosiego. Naturaleza en suprema manifestación,
al alcance de todos y olvidada por muchos.
El fin de un verano, el final de una década. El comienzo de nuevas edades.
Nómadas diciendo búfalo, lobo, águila, serpiente. Las horas persiguiéndonos
en este viaje transmutable que se emprende.
Mañana nuevamente nos convertiremos en prisioneros de la sociedad
y sus pautas. Hoy es lo que importa.
El horizonte sin términos desvelando un mundo desconocido,
aquí comienzan los sueños lúcidos y las quimeras.
Lo rutinario y lo afanoso, ya no existen.