sábado, diciembre 10, 2011

Las imágenes intelectuales de Juan Andrés García Román


Foto de Julie Carbet


Cuaderno del apuntador.
La princesa se orina y el guisante, cien colchones de colores más abajo, comienza
a germinar.



¿ASOMADO A LA VENTANA TRANSLÚCIDA? 


I

¡Mamá momia, mamá momia! —gritaba el crío de la película mala
de terror.
Cambié de canal.
No emitían nada. La nada comunicativa.
Metí la mano en la pantalla, escarbé entre las bandas de la carta de
ajuste,
como arena o tiza molida de colores,
y desenterré una calavera:
la calavera del speaker, la de la objetividad.

Las personas humildes suelen relacionar la soledad
con un animal temible o con un peso excesivo.
Om. We Ommmmm. Am. I ammmmmmmmm…
Yo soy, yo caigo.

El vuelo de la mosca dejaba en el aire como un grafito.
En este poema intento hablar de mí.
Si a ustedes les parece, usaré para ello un diagrama de Ben:
trazaré así —¿comprenden?— desde mi cuerpo una elipse
que contenga la poca conciencia triste, el vaso
pintado y el trapecio de manzana
en la jaula del canario. En todas esas cosas se ha posado la mosca.
Digamos: Ben, el soplador de burbujas.


II

El filósofo cowboy me dice que he mordido el polvo,
que soy «historia.»
Porque también me miro al espejo,
pero no quedo en su superficie
—los cuerpos de los ahogados no flotan—
y mi imagen se hunde hasta alcanzar el fondo
del espejo.

III

(Al colocar el espejo en el cuarto, la realidad comenzó a ser doble)

Tu mirada en el polen de la flor de ayer.
La fila de hormigas da la vuelta a la esquina
hasta alcanzar el día de ayer. Ayer llovió
y hoy la gente lleva paraguas pero antesdeayer ya no los llevaban.
Día de meditación, día en que la tarde llega con la perentoriedad
del pájaro de madera que sujeta la niña de Balthus.

Oh, trae acá la mano llena de telar,
dame la realidad, muéstrame
en la greda amarilla del óleo
una grieta que se cimbree como una espiga, una conciencia…
Sí, ayer volvieron a reírse después de que Papageno dijera «me quedo
soltero».
Una recepción tan predecible…
Por eso, quiero que aparezcas como el buen vidriero por este
estrecho y blanco
patio de vecinos. Tú tienes que salvarlo.
Tiene una extraña forma este patio de vecinos:
como de un corazón pintado por un médico.

IV

Un patio interior es una trepanación en un edificio.
Se ha encendido una luz en el patio.
Es el manco, seguro. Llega siempre a estas horas con su bolsa muy
llena de carne.
Los mancos suelen guardar su manga vacía en el bolsillo de la
chaqueta.

En frente de mí cuelga la camiseta del manco.
Sólo tiene —claro— una manga. La camiseta manca
se parece a un cuadro suprematista.

Yo, en cambio, soy poeta. Mi ademán y mi ropa lo denotan. Por
eso, de mi cuerda de tender cuelga una extraña camisa: una camisa
que tiene un ojal para abotonar la manga derecha en el costado
izquierdo, sobre el corazón, y otro para abotonar la manga
izquierda en la nuca, de manera que la ropa obliga a una postura
de arrobamiento… Es una camisa lírica.

Sí, déjame, estoy insoportable, y te ruego que no te preocupes:
no animal testing, te prometo sacar todos los pájaros
de este poema infeliz
—sí, también al de madera—,
pero escucha: el primer día te hablé de leixaprén y diseminaciónrecolección.
Pues bien, ¿recuerdas a la mosca de la segunda estrofa del poema?
Creo que tu planta carnívora ha cazado algo.


(Fragmentos de La adoración)

Juan Andrés García Román (España, 1979) es escritor, traductor, estudioso y el autor de los libros El fósforo astillado (DVD Ediciones, 2008) y La adoración (DVD Ediciones, 2011).