jueves, noviembre 03, 2011

Julieta Marchant y sus metáforas cifradas

Somewhere place de Ryan McGinley



2
El despegue urgente y repentino, ese despegue
acorazado incluso, igual de violento que el sonido de la caída
nos recuerda el vacío persona contenido en las palabras.
El despegue es la urgencia misma de verse cayendo
en la mitad del asfalto, dispuestos a dejarse abrir, a ser rajados
con los brazos simulando alas que siempre se deshojan
en la posibilidad de volar. El despegue impúdico que divisé desde el balcón,
la caída exacta, los pájaros que asustados del golpe, torpes y abrumados, huyeron.
Desovillo esa tarde desde un lenguaje prestado, sus fibras impropias,
sus leves ilusiones, su luz incluso que es tan breve, te desovillo
buscando en el cuerpo que tenías esa tarde un lugar para mi mano
escribiéndose a sí misma o desarmándose, no importa.

Esa tarde violeta y naranja entró en mi pieza cuando abriste las cortinas
para contemplar el mapa de las sábanas, su marea inmensa.
La cama era una isla entre el océano de espejos
proyectando las espaldas unas sobre otras,
la belleza inoportuna de esa imagen que contemplé mientras dormías
listo para dejarte ir, desde tu cuerpo desfondado hacia el diluvio.
Y nuevamente la lluvia, ya no importa, el agua copiosa,
la ciudad afuera y sus heridas oscuras como bocas abiertas
declarando su mudez. La lluvia impertinente
calando el cemento fresco, horadando los bordes de los techos,
adhiriendo papeles al suelo, esa lluvia insoportable
nos recuerda el sonido de las palabras estrellándose cuando intentan nombrar.
Desovillo esa tarde recubierta de otras tardes y otras y otras más,
agolpadas se hinchan y ocupan el espacio de tardes que no fueron.

El despegue y la lluvia, los pies aferrándose al acantilado,
abajo la ciudad que comienza a exhibir sus luces
en el centro claras y hacia fuera mas difusas, la ciudad impotente
que exige ser vista desde acá, y el agua azotándola
como si de pronto pudiera hacerla declinar
o hundirla en sus cimientos, no importa.
En medio una pieza, y en su eje una cama, y al fondo el mar gris
de los espejos, su urdimbre ilusoria de espejos, su fiesta barroca,
y de nuevo la tormenta que desde la ventana seduce con su empuje.
Una tarde desovillo, este lenguaje rompeolas, las palabras
y sus geografías que son muelles o gestos de cercenar el mar.


fragmento de Té de Jazmín (Marea Baja Ediciones 2010)